viernes, 6 de septiembre de 2013

Una vida cualquiera, 1940 (II)

Mi padre está a mi lado cogiéndome de la mano con tanta fuerza que tengo que reprimir un grito. Mi madre se haya en el porque con su bebé, me lanza una mirada llena de preocupación. Me pongo mi larga chaqueta y salimos corriendo los cuatro sin mirar atrás. La sirvienta no viene con nosotros, va a ver a su familia.
Un calor inhumano recorre las calles atestadas de gente, todas se dirigen hacia el refugio, intentando salvarse de aquella guerra. El calor me asfixia y me hace un nudo en el estómago que me hace sentir confusa y mareada. Las cenizas caen sobre mi pelo como copos de nieve, y deja una capa grisácea sobre los adoquines. Las bombas caían y un gato del mismo color que éstas cruza delante mía. Un recuerdo fugaz inunda mi mente y grito. Howl, el gato que tantas lágrimas y esfuerzo me costó conseguir años atrás, era parte de mi familia, no podía dejarlo morir en casa.
Me suelto de un tirón de las mano de mi padre que aún me agarraba con fuerza y corro. Corro en dirección contraria a la de toda la multitud, oigo mi nombre seguido de una maldición, ya lejano y amortiguado por las bombas y los gritos. Recorto por los jardines y los arbustos me desgarran la parte más baja del camisón mientras mi corazón martillea en mi pecho. Subo las escaleras a la carrera y abro la puerta. Recorro el gran vestíbulo, ahora frío y sombrío y llego hasta el salón. Barro con la mirada la estancia. Un piano de cola al lado de la ventana me hace recordar las tardes de otoño con mi padre aprendiendo a tocar. Mis dibujos siguen colgados en las paredes, las fotos familiares, que mi madre había tenido que dejar, un juguete de mi hermano en el suelo. Todo allí me hace recordar mi vida, trece años en esa casa. Sonrío para mi y una lágrima recorre mi mejilla. "Qué felices éramos" recuerdo "y lo van a destruir todo" Un maullido hace que vuelva a la realidad. Howl está bajo mis pies. Me mira con sus ojos verdes que tanto me fascinaron el día que lo encontré. Lo recojo del suelo y lo acerco a mi cara "Ya estás a salvo" le digo. Me propongo a cruzar la habitación cuando un sonido, semejante al de la tela desgarrándose, cruza el cielo. Con gran puntería, o con mala, alcanza mi casa.
Howl y yo salimos despedidos mientras la casa salta en pedazos.
Oscuro. Todo oscuro.
Cuando abro los ojos veo muy borroso, lo suficiente para ver la gran viga sobre mi vientre. Tengo las manos ensangrentadas y un dolor agudo recorre mi columna vertebral. Todo a mi alrededor es fuego, fuego y un cuerpecito negro, peludo al fondo, inmóvil. "Howl" intento pronunciar, pero mi voz no acude. Mis sentidos se nublan y el dolor remite. "¿Por qué a mi?" pregunto "¿Por qué yo? No he hecho nada para merecer esto, ninguno de nosotros, supongo que estar en el lugar equivocado, tan sólo intentaba salvar a mi gato, ser cómo los héroes" Sueno estúpida, porque nunca sabré si mi familia lo consiguió, si ellos llegaron a salvarse. Lo único que se es que sólo soy una víctima más sin importancia de una guerra que no me pertenece, y que nadie me recordará jamás. Nadie sabrá mi nombre. Nadie conocerá mi historia.

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