sábado, 7 de septiembre de 2013

El faro de Clogwyn (fotos)

El faro de Clogwyn. Abajo Cristina y Alan.



El faro de Clogwyn (Epílogo)

En su noveno cumpleaños cogemos un tren hacia Clogwyn. Miramos por la ventana el paisaje verde que se extiende ante nosotros. Caminamos por el bosque que años atrás recorrí corriendo escapando de casa. Le prometí a mi hijo que le enseñaría el lugar donde creció su padre y donde nos conocimos. Sam se agarra a mi mano con fuerza para no tropezar con las ramas. Llegamos a la pradera. El faro se alza hacia el cielo. Sigue igual que siempre. Sus ojitos verdes como los de Alan miran sorprendidos el paisaje.
-Qué bonito es- dice con voz inocente.
Nos sentamos al filo del acantilado con los pies colgando. Todo aquello me trae recuerdos. El dolor ya es lejano, pero aún me gustaría tener a Alan junto a mi. Sam se revuelve a mi lado y le miro. Tiene el pelo rubio, como yo, pero siempre alborotado como su padre, Estoy feliz de estar aquí con mi hijo, recordando los buenos momentos de mi vida pasada. 'Te quiero Alan' pienso 'Ojalá pudieras ver a nuestro hijo crecer'
-¿Me lo cuentas mamá?
-Claro que si- Entonces le cuento la historia, y comienzo por el principio, el comienzo de todo.
-"Y entonces corro. Corro como si me fuese la vida en ello. Paso el gran vestíbulo como un rayo..."
FIN.

El faro de Clogwyn (X)

Son los tres meses más largos de mi vida. Ahora vivo en mi antigua casa. Mi madre dejó el pueblo días atrás. Cada respiración que doy me duele, me duele porque no estoy con él. La vida ya no tiene sentido. Alan me dio esperanzas de una nueva vida, pero al irse, ya no me queda nada. No hablo con nadie, pero tampoco se molestan en visitarme. La soledad me abruma. Quiero estar con él. Solo con él. Ya no me quedan lágrimas que derramar. Paso los días encerrada en casa, pero hoy no. Hoy pienso acabar con el sufrimiento. Cruzo el bosque y llego hasta el faro. Cada paso que doy es un duro golpe para mi memoria y el corazón me pincha. Me pongo al borde del acantilado. Tengo que saltar. No puedo vivir así. Lo necesito. Saco un pie al vacío y noto como el viento me empuja hacia delante. El cielo está nublado como el día que nos conocimos. El mar está en calma, pero yo no. He de saltar, para acabar con todo. Él no cumplió su promesa de "Nos vemos luego" por eso yo no pienso cumplir la mía de "No me iré". Si que lo haré. Me iré de aquí. Me dispongo a saltar, pero algo se me retuerce en la barriga. Si que tengo razones para vivir. No puedo saltar. He de continuar aquí, por mí, por Alan, por mi bebé.

El faro de Clogwyn (IX)

Me despierto a causa de un gran estrépito. Abro los ojos y me fijo en la tormenta torrencial que arrecia fuera. El mar está lleno de olas, son enormes, las más grandes que he visto en mi vida. Son casi las doce del mediodía y Alan no está en casa. Me siento en la cama exasperada y resoplo ¿Dónde estará? Reparo en un sobre abierto precipitadamente. Dentro hay una carta arrugada y al lado otra lisa. Cojo la que está en mejor estado y leo:" Buenos días mi capitana, he salido ha pescar, nos vemos luego, te quiero." Paso los dedos por encima de su delicada letra y cierro los ojos ¿Está loco? está lloviendo a cántaros, y el mar está demasiado agitado. No se ha ido solamente a pescar. Despliego la carta arrugada y la leo. No puede ser verdad. Es una nota del alcalde. Saben la verdad. El viejo Fred murió, por que van a echar a Alan del faro. No nos dejarán quedarnos, nos echarán de casa.
Ahora lo entiendo. Alan estaba enfadado, por lo que cogió la barca para aclarar sus ideas, pero la tormenta le debe de haber sorprendido. Intento tranquilizarme y pensar que él está bien. Pasan las horas y no pruebo bocado. Tengo los nervios a flor de piel. A últimas horas de la tarde salgo corriendo del faro y me coloco al filo del acantilado. Me caigo de rodillas en la hierba mojada y empiezo a gritar.
-ALAAAAN.
Grito hasta quedarme sin voz. La lluvia impide que vea más allá de mis manos.
-Vuelve conmigo- susurro a la tempestad- te dije que no me iría, pero tú tampoco debes irte.
Sé que no sirve de nada, pero necesito una distracción. Vuelvo al faro dando tumbos y me acuesto en la cama, empapada. Esa noche las pesadillas vuelven a mi. Sueño con ojos verdes y olas gigantes, serpientes marinas y barcos hundidos.
La tormenta apenas dura un día y el sol resplandece al día siguiente. Mi cama, su cama, sigue vacía. Pego mis rodillas a mi cuerpo, queriendo desaparecer.
-Él está bien, está bien- susurro a todas horas. Pero no puedo más, voy a hablar con el alcalde.
-Ha desaparecido señor, por su culpa, ayúdeme- le digo.
-Se lo diré a los marineros. Cristina, muchos pescadores mueren en el mar, es su vida, es natural.
-¡Él no está muerto!- le grito- no se hubiera marchado si usted no lo hubiera echado de su vida.
Echo a correr y llego hasta el puerto, donde todos los marineros se preparan para un día de pesca. Oigo fragmentos de algunas conversaciones.
-La tormenta de ayer fue de las peores...
-...muchos barcos rotos y destrozos.
-Menos mal que no salió nadie.
Me acerco al último que habló y le llamo con un toque en la espalda.
-Buenos días señorita ¿Le puedo ayudar?
Le explico con dificultad la situación.
-Ya veo... un mal día para salir de pesca.- dice al fin.
-No te preocupes chiquilla, lo encontraremos- me promete un joven que había estado escuchando.
Veo las barcas ya alejarse por el mar. Me siento en un barril y fijo mi mirada hacia el mar. No soy capaz de pensar, tengo la mirada perdida. Los marineros regresan aquella noche. Yo sigo en el barril, entumecida. El joven marinero me aprieta el hombro. No han encontrado nada. Nada. Los sonidos se vuelven amortiguados y se me nubla la vista. Noto mis mejillas mojadas pero no soy consciente de que esté llorando. No puedo volver al faro. Ya no es mi casa.

El faro de Clogwyn (VIII)

-Hoy hay una fiesta en el pueblo, celebran la llegada del verano ¿Te gustaría ir?
-Sólo si tú vas conmigo- le digo.
-Sólo si te pones este vestido.
De una caja saca un vestido de gasa verde claro con brillo. Es largo y de tirantes trenzados que se cruzan por la espalda. Es precioso.
-Si no te gusta puedo devolverlo...
-Es precioso Alan, me encanta.
-Póntelo.
Me da un beso rápido y sale del faro. Me pongo el vestido y me calzo unas sabrinas a juego. Me miro al espejo y me ahueco el pelo rubio para darle forma. He madurado bastante, ya no soy la niña que era antes. Cumplí los diecisiete en algún momento de los pasados meses.
A la hora de la cena estamos al pie del muelle. El cielo tiene varias tonalidades y el sol se esconde por el horizonte. Han decorado el muelle con luces blancas que parecen luciérnagas. Hay música en el ambiente y puestos de comida. Hay muchísima gente; parejas, familias, niños corriendo de un lado a otro... La gente baila al son de la música. Se escuchan risas y el entrechocar de los brindis llenos de esperanzas. Alan me mira fijamente.
-¿Qué?
-Estás preciosa.
Me sonrojo y entrelazo mis dedos con los suyos. Él también está muy guapo, con su camisa blanca y su habitual pelo alborotado. Pasamos toda la noche en la fiesta, riendo y bebiendo. A medida que las horas avanzan la música se vuelve más tranquila.
-¿Me concedes este baile, mi capitana?- dice mientra me tiende la mano. 
Se la cojo y pego mi cuerpo al suyo. Apoyo la cabeza en el hombro y comenzamos a girar. Apoya sus labios en mi oreja y susurra:
-Te quiero.
Nunca nos lo habíamos dicho con esas palabras.
-Vuelve a decirlo- le digo.
-Te quiero, te quiero Cristina.
Cierro los ojos y sonrío.
-Yo también te quiero, mucho.
Me besa y me acaricia la espalda.
Es tarde, hay que volver.
Nos encaminamos al faro y piso una piedra. Me caigo y me tuerzo el tobillo. Soy muy torpe. Me mancho el vestido de barro y me quedo allí como tonta. Me da vueltas la cabeza. Alan desliza su mano bajo mis rodillas y me alza. Me agarro a su cuello y descanso la cabeza. Al cabo de un rato llegamos a la habitación. Alan me coloca en el colchón y me baja la cremallera. El contacto de sus dedos con mi piel enciende el deseo en mi interior. Me baja los tirantes con delicadeza y me besa los hombros. Le desabrocho los botones de la camisa mientras mis manos tiemblan.
-Tranquila- dice él mientras me baja el vestido.
Lo baja por mis piernas y me quedo en ropa interior. Le saco la camisa por los brazos y se queda al descubierto. Tengo miedo, pero el deseo se acentúa. Le beso y le empujo hacia mi para que quede tumbado encima mía. Me aplasta pero no me importa. La temperatura comienza a ascender y noto como sus manos buscan el enganche de mi sujetador. Clic. Lo encontró. Y esa noche llegamos a más, más que cualquier noche anterior, y fue precioso.

El faro de Clogwyn (VII)

Me despierta un ronroneo. Zanahoria está a mi lado, mirándome fijamente. Me quedo completamente inmóvil. Alan aparece por la puerta del baño con una toalla por la cintura. Tiene el pecho descubierto y mojado debido a la ducha. Me dedica una sonrisa y aparta el gato de mi cara.
-Buenos días Zanahoria.
-Buenos días- le respondo.
-No te lo decía a ti- dice él, guiñándome un ojo.
Cojo la almohada y se la lanzo mientras frunzo los labios, pero no puedo aguantar la risa y acabamos los dos riendo.
-Te he hecho café- dice él.
-¿Con azúcar?-pregunto.
-Oh sí, dulce, como tú.
Me levanto y me pongo a escasos centímetros.
-No se te da bien los piropos, no lo intentes.
-No pretendo impresionarte, tan solo he dicho la verdad.
-¿Me estás comparando con un café?-pregunto intentando sonar enfadada.
-Sí. dice, y me susurra al oído- pero tú estás más buena que un café.
Le cojo de la mano y tiro hacia él. Nuestros labios chocan y al besarle le muerdo el labio sin querer.
-Esas ansias pequeña.
-Perdón- digo ruborizándome.
-Vayamos al pueblo.

El verano llega antes de que nos demos cuenta. Los meses pasados fueron los mejores de mi vida. Hacíamos de todo juntos; íbamos a pasear por los acantilados, al muelle, a pescar, al pueblo... Nunca parábamos. Todas las noches dormíamos juntos. Éramos tal para cual. Nunca me había sentido así de bien. Me sentía libre y capaz de cualquier cosa. Mis padres no se habían molestado en buscarme. Descubrí que mi padre había muerto debido al alcohol. No sentía tristeza, tal vez pena por su derroche de vida. Fui al cementerio a visitarle. Por lo menos ahora, dos de nosotros estábamos en un lugar mejor.Las cosas no podrían ir mejor en mi vida.

El faro de Clogwyn (VI)

Cuando me despierto estoy sola en mi habitación. Me acerco a la cristalera y miro hacia abajo. Alan está sentado en el filo del acantilado con los pies colgando y se me revuelve el estómago. Solo de pensar que pueda caerse me marea.No sé exactamente que me pasa. Ayer por fin iba a ocurrir lo que mi corazón ansiaba, pero mi mente no. Me visto deprisa y bajo.
Me coloco a su lado y él ni siquiera se vuelve. Mi vestido ondea a causa del viento y el pelo se me pone en la cara. Hay grandes nubes grises, pero el mar está en calma. Me siento a su lado y espero a que las palabras salgan, pero no lo hacen.
-Lo siento- dice él- por lo de anoche. Se me fue de las manos.
-Estuviste a punto de violarme y solo me dices un lo siento- No sé porque he dicho eso. Estoy molesta. Quizás porque lo que yo quería que hiciera, lo hizo bajo el efecto del alcohol.
-No seas estúpida, no iba a violarte.
Sonrío pero él no lo hace y sacudo la cabeza.
-¿Por qué lo hiciste? beber, quiero decir.
-Me apetecía.
-Mira- le repuse-una cosa es que me digas que soy estúpida y otra es que lo sea de verdad. Y no lo soy. ¿Me vas a decir que te pasa? últimamente me evitas, es como si no quisieras...estar conmigo.
-No lo entiendes- dice.
-Pues no, podrías explicarte de una vez por todas.¿Cuál es el problema?
Se queda callado mirando el horizonte, cuando vuelve la cara, sus ojos reflejan nerviosismo.
-El problema es que me resulta imposible estar cerca tuya sin besarte. Imposible respirar tu aroma mientras me miras con desconfianza. Es imposible que te quiera tanto en tan poco tiempo. No quiero hacer nada indebido. Todo a lo que he querido en mi vida a desaparecido o muerto, y no quiero perderte.
La respuesta me coge por sorpresa. Jamás hubiera pensado que sentiría algo así. Entonces le susurro:
-Yo nunca me iré de tu lado.
Y no sé porqué lo digo. Quizás lo digo en serio, o quizás porque quiero que me bese. Yo también le quiero.
-Ha sido poco tiempo-dice-pero siempre pensé que te conocía, desde un principio.
Le dedico una sonrisa y apoyo mi cabeza en su hombro.
-No me iré- vuelvo a susurrar.
Esa tarde no lo vuelvo a ver, y me meto en mi cama. Necesito descansar.
Estoy en mi antigua casa. Mi padre le estaba pegando una paliza a mi madre. El amante de ella está en el suelo, inmóvil, sobre un charco de alcohol. Mi padre la apuñala con una navaja que le regalé hace años. Ella chilla. Mi padre se dirige hacia mi, navaja en mano, con las pupilas dilatadas. 
-Te toca a ti- susurra.
Me incorporo de un salto con la respiración agitada. La habitación está bañada por la luz de la luna y le da un aspecto fantasmal. Me estremezco. Alan está durmiendo plácidamente mirando hacia la pared. Estoy demasiado intranquila para volver a dormir, por lo que me levanto. Es suelo de madera cruje bajo mi peso. Retiro las mantas de la cama de Alan y me siento. Introduzco los pies y toco los de él. Mi respiración no quiere calmarse. Me tumbo a su lado, mirando hacia él. Al cabo de un rato se da la vuelta y me mira fijamente. Se percata de que tengo las mejillas húmedas y me rodea con los brazos, en actitud protectora. Me da un beso en la frente y me abraza con fuerza.
-¿Una pesadilla?- me susurra.
-Más que eso- respondo.
-Tranquila, las pesadillas no hacen daño a las chicas guapas.
Sonrío y apoyo mi cabeza en su pecho, aún en sus brazos.
-Gracias por todo- le digo.
Soy consciente del esfuerzo que está haciendo para no acariciarme. Y verdaderamente, me gustaría que lo hiciese. Está esperando una respuesta, y pienso dársela ahora mismo. Subo la vista y me encuentro con sus ojos verdes. Me acerco más, hasta el punto de quedarnos a escasos centímetros. Noto su respiración y el vaivén de su pecho. Me inclino y poso mis labios sobre los suyos, los entreabro y dejo que nuestras lenguas se toquen. No tengo ninguna experiencia y mi corazón palpita como nunca. Pasa los dedos por detrás de mi nuca, acariciándome, y el vello se me pone de punta. Cuando paramos, me encojo y me aferro a él. Esa noche no vuelvo a tener pesadillas.

El faro de Clogwyn (V)

En los días siguientes no ocurre nada en especial. Él sale todas las mañanas y solo vuelve por la tarde. Yo doy paseos, limpio el faro (que estaba bastante sucio) y voy al pueblo. Como no iba a la escuela allí, si no que venía un profesor, nadie me conoce. Sé con bastante seguridad que no me voy a encontrar por allí con mis padres ya que no suelen ir, exceptuando a mi padre, que visita cada semana la tienda de licores. Alan tiene unos cambios de humor muy bruscos. Un día es amable conmigo y al otro no me dirige la palabra, o si lo hace, es para recordarme que soy estúpida. Me saca de mis casillas, pero ¿Quién soy yo para juzgarle? por lo que parece, no ha tenido mucho trato con mujeres, y encima, me ha dejado quedarme aquí, aunque últimamente soy la única que pisa el faro. Esa noche, preparo la cena y la coloco en la mesa primorosamente.
-Hola-dice él detrás de mi.
Lo veo en la puerta, con el pelo revuelto, las mejillas rosas y los ojos vidriosos. El camisón que llevo me hace sentir fea. Intento alisar mi pelo, sin éxito. Se acerca a mi con grandes zancadas y me retira un mechón de pelo para colocarlo detrás de mi oreja con delicadeza. ¿A que juega?
-Estás muy guapa- me suelta.
Y su aliento se queda flotando en el aire. Huele a alcohol. Como mi padre.
-¿Has estado bebiendo?- le pregunto con incredulidad.
No responde y baja sus dedos por mi brazo, acariciándolo. Me pongo rígida y lo miro. Pasa los dedos por mi espalda y antes de que siga más, le paro.
-Alan, es mejor que vayas a dormir.
-Yo no quiero dormir. Yo te quiero a ti.
Le cojo del brazo y le conduzco hasta su cama y le tumbo. Me doy la vuelta y me acuesto. Por una vez, duermo bien.

El faro de Clogwyn (IV)

El camino que lleva a la cala es abrupto. Pasamos por varias zonas de rocas y otras con altas hierbas. Voy andando con cuidado para no tropezar, ya que llevo unos días que el suelo parece llamarme. Llevo el mismo vestido que ayer, pero Alan me ha prestado una chaqueta. No sé exactamente que vamos a hacer, no quiere decirme nada. Al fin llegamos a la pequeña playa de arena. Al lado de una pared de roca hay un cobertizo granate y en el agua, una barca. En el lateral tiene inscritas unas letras, parece algo como Skylor o Skylar, no lo distingo bien. Caminamos hacia la barca con paso decidido.
-¿Has navegado alguna vez?-pregunta sonriendo.
-¿Tú que crees? además, siempre le he tenido miedo al mar.
-Vaya, ayer nos conocimos, y ya se todo de ti.
No todo, pienso yo.
Saca del cobertizo dos remos y una caña de pescar. La brisa es agradable, pero el sol, que esta mañana había salido, comienza a picar en mi piel. Me da la mano y me ayuda a subir a la barca, él salta dentro con un movimiento grácil y comienza a remar. Echo la cabeza hacia atrás y los rayos del sol inciden directamente sobre mi cara. Cierro los ojos y escucho las gaviotas, el movimiento de las olas, el sonido que provocan los remos de Alan. El chico para de remar y nos quedamos en medio de tanta agua. Saca la caña y la coloca. Tira el sedal con el anzuelo en el extremo y la apoya contra el barquito.
-Solía venir a pescar con mi abuelo, hiciese bueno o tormenta. Vengo aquí a menudo.
-Es un sitio precioso-digo admirando el paisaje.
-Cristina, ¿Qué vas a hacer con tu vida?
La pregunta me pilla de imprevisto  y me quedo callada. Nunca me lo había planteado.
- Supongo que estudiar, trabajar... Lo normal.
-¿Y no aspiras a más?
-¿Qué quieres decir?
Alan se queda callado y recoge el sedal. Hay un pez en el anzuelo. Lo suelta en un cubo y repite el proceso. Miro el agua, es tan cristalina, se ve el fondo y observo a los pececillos nadar, hay amarillos, morados y algunos transparentes.
-Tus padres te estarán buscando- suelta- pero puedes quedarte conmigo el tiempo que necesites- se apresura a añadir.
-Gracias- susurro- ya sé a que aspiro. A un amor verdadero. Quiero una familia en la que haya amor, no rota como la mía.
-Seguro que lo consigues- dice sin mirarme.
Lo miro, parece fuerte, pero en su corazón ansía una familia normal.Él también aspira a más, pero no lo dice.
Justo en ese momento pasan unas aves muy extrañas, rozando sus alas con el agua y me levanto impresionada, están lejos, por lo que me coloco en el borde para ver mejor.
-¡Cristina en el borde no!- me grita.
Intenta agarrarme pero tropiezo desequilibrando la barca y la volcamos. Me encuentro rodeada de agua y no puedo respirar. Intento subir pero tengo la barca encima, a parte el vestido me pesa y me hundo. Una mano me coge del brazo y me lleva al exterior. Alan se agarra a la barca y la empuja hacia la orilla, conmigo en brazos. Al llegar tengo los huesos entumecidos y me pesa todo el cuerpo. Nos tumbamos en la arena, aún jadeando.
-Lo siento- le digo.
Alan se ríe y yo le acompaño, vuelvo la cara y me encuentro cara a cara con él.
-Nunca lo había pasado tan bien- aclaro.
-Vamos, que caerte al agua sin saber nadar era uno de tus sueños- dice con tono burlón.
-Sí, está en la lista, junto a bailar con una serpiente.
Nunca había conocido a nadie que se comportara así, eso me gusta.
-En verdad tu sueño era ahogarte y que un chico guapo te hiciese el boca a boca, pero no has tenido tanta suerte.
Le lanzo una mirada entrecerrando los ojos y me río. Le agarro y le tiro al suelo mientras me incorporo.
-Ese era tu sueño, a mí me van mas las serpientes bailarinas.
Coloca un pie debajo de mi pierna desestabilizandome y obligándome a caer sobre él.
-Mentirosa- me dice.
-Lo siento, no eres una serpiente-replico haciéndome la enfadada.
Cuando intento levantarme me retiene y rodamos por la arena. El vestido empapado y lleno de arena se me pega al cuerpo y dificulta mis movimientos. Alan empieza a hacerme cosquillas y yo pataleo intentando librarme. Pruebo a contraatacar haciendo cosquillas pero me agarra por las muñecas y me paraliza. Tiene su cuerpo contra el mío y noto su respiración agitada. Mi corazón va cada vez más rápido. Me siento nerviosa y mi estómago se retuerce. Alan se inclina sobre mí. Su respiración llega hasta mi cuello. Justo antes de llegar a mi boca se para y me mira. Se incorpora con facilidad y me ayuda a levantarme. Tiene el ceño fruncido. El chico recoge sus cosas y nos encaminamos hacia el faro. Cuando subimos estoy realmente cansada. Alan  me da ropa nueva y sale del faro. No me dice a dónde va. Me cambio rápidamente. ¿Qué acaba de pasar en la playa? Me iba a besar. Y eran las condiciones perfectas para un primer beso, pero algo lo tuvo que frenar. Me siento realmente estúpida, pero me pienso quedar en el faro.
 Recojo mi pelo en un moño y me preparo para salir. Recorro el bosque que un día atrás había corrido. Llego hasta mi casa y se me hace un nudo en la garganta. Entro por la puerta trasera, que como siempre, está abierta y me encamino hacia mi habitación intentando no hacer ruido. Mi padre está dormido con la boca abierta en el salón, con una botella en la mano. La casa está destrozada y no veo por ningún lado a mi madre. Llego a mi cuarto y recojo lo imprescindible, ropa, zapatos, cepillo y alguna que otra cosa más. Antes de ir dejo una nota "Deberíais de resolver vuestros problemas. Hasta entonces, adiós. Cristina."
La nota me deja un mal sabor de boca pero vuelvo al faro. Cuando subo al faro estoy sudando. Arriba ya está él y me mira sonriendo mientras señala mis cosas.
-¿Eso significa que te vas a quedar?
-Sólo por un tiempo, cuando las cosas se calmen, volveré.
-Estupendo. Doscientos la semana.
-Te lo pagaré- le aseguro.
-Si no tienes... también puedes hacerme favores.
Enarco una ceja y sonríe.
-Ya sabes- dice él- salir a comprar, limpiar el baño...
Me doy la vuelta y miro la habitación.
-¿Dónde voy a dormir?
-Pues conmigo en la cama- dice como si fuese obvio.
Me acerco y le señalo con el dedo, amenazante.
-No vayas tan rápido. le digo.
Me coge del dedo y tira de mi, abre la boca para decir algo pero se lo piensa mejor. Me suelta y comienza a apilar mantas y cojines en el suelo.
-Dormirás aquí- anuncia una vez terminada su obra.
-¿Pretendes que duerma en el suelo?
-Hombre... también podrías dormir en la cama, pero yo no voy a renunciar a ella.
Molesta, suelto mis cosas al lado de la cama improvisada y me tumbo.
-Perfecta- anuncio.
y él esboza una gran sonrisa.

viernes, 6 de septiembre de 2013

El faro de Clogwyn (III)

Un rayo de sol se cuela por mis párpados. Me coloco las manos en la cara para que no me moleste el sol, pero acabo abriendo los ojos. Tardo en procesar lo que ven mis ojos y me incorporo muy rápido. Mi cabeza choca contra la estantería más baja y tiro unos cuantos libros. Me agarro la cabeza y engurruño los pies mientras gimo del dolor. Una risa surge detrás mía y abro un ojo. Alan está allí, con una camiseta blanca y pantalones negros.
-Buenos días, capitana.
-No me llames así- Le grito aún con las manos en la cabeza.
-Que amable eres, encima de que te dejo dormir en mi cama...
Miro a mi alrededor y me encuentro en la cama con forma de barca.
-¿Dónde has dormido tú?- pregunto con desconfianza.
Alan me guiña un ojo y se da la vuelta.Este chico me pone histérica, salgo detrás de él y le agarro el brazo. Noto un líquido debajo de mi mano. La miro y descubro una mancha de sangre en mi mano. Alan me mira con sus ojos verdes y no encuentro ni pizca de la alegría de antes.
-¿Qué te ha pasado?
-Parece ser que no eres la única que resbala.
-¿Dónde te has caído?
-En las rocas, persiguiendo a una sirena- dice, sonriendo.
Le pellizco el brazo y le miro seriamente.
-Salí con mi barca, y al desembarcar, resbalé y me clavé un anzuelo.
Voy al baño y cojo una toalla. La mojo y le añado jabón. Vuelvo a la habitación y le limpio la herida.
-Podría haberlo hecho yo- me dice.
-De nada- respondo haciendo caso omiso a su comentario- ¿Pescas?
-Pues claro, si no de donde saco el dinero para vivir.
-Eres muy joven para eso ¿No crees?
-¿Y tú? ¿No eres muy joven para andar sola por el campo y quedarte a dormir en un faro con un extraño?
-Tengo casi diecisiete, soy lo suficientemente mayor.
-Y yo diecisiete y medio. También soy mayor.
-¿Un chico de diecisiete, farero y pescador? buena carrera.
-¿Una chica de dieciséis abandonada a su suerte sin padres que le quieran? La tuya es mejor.
Una chispa de rabia se enciende en mi interior.Le empujo con ganas y salgo corriendo hacia las escaleras, pero los pantalones de franela se me enredan con los pies y caigo de bruces.Cuando me incorporo, tengo las mejillas empapadas de lágrimas. Me vuelvo y le grito.
-No me han abandonado, me he ido por mi propio pie, cállate.
Sé que no lo ha dicho con maldad pero la sucesión de imágenes de lo ocurrido ayer cae sobre mí como un torbellino y me derrumbo. Cuando despierto,estoy en la cama, y Alan a mi lado.
-Lo siento mucho, no sabia que te afectaría tanto- se disculpa.
-Tú no sabes nada- iba a continuar pero veo sus ojos tristes.
-Lo siento- prosigo- siento ser desagradable contigo. Gracias por dejarme estar aquí. Cuándo huí no sabia que hacer, y tú me ayudaste.
No sé ni lo que digo, no es propio de mi decir esas cosas.
-¿De qué huías?
No es la pregunta que esperaba, pero mi lengua sigue hablando.
-De mis padres. Llevan años teniendo problemas, mi padre veía a mi madre como un objeto, y le pegaba. Cuando vinimos a vivir aquí las cosas se calmaron, pero mi padre acabó descubriendo que mi madre se tiraba a otro en su despacho, y casi la mata a golpes, estaba borracho, y entonces huí...¡Por el amor de Dios! ¿Qué hago contando esto?
Me levanto y me golpeo la frente, por ser tan estúpida.
-Mi abuelo era el farero, Fred. -comienza- murió hace unos meses en el mar. Yo ocupo su puesto. La gente aún cree que el viejo Fred vive, si descubren que ha muerto, me echarán de aquí. Para el pueblo sólo soy el nieto de los recados. Mis padres murieron.
Me quedo perpleja y le miro. Me siento a su lado, pero no sé que decirle.
-Soy como tú. No tengo familia- digo sin pensar.
Abre mucho los ojos y responde:
-Pues yo seré tu familia.

El faro de Clogwyn (II)

El faro es oscuro por dentro y tiene unas altas escaleras de hormigón en forma de caracol. Comenzamos a subir y el agua deja un rastro por las escaleras. Al pisar un escalón irregular me resbalo y me precipito hacia atrás pero unas manos impiden que caiga. Alan me mira como esperando un 'gracias' que acabo por dárselo. Llegamos hasta arriba del todo. La estancia es de madera, tiene unas escaleras en medio que suben hasta la luz del faro. El techo es abovedado y de cristal. Hay una pequeña mesa en un rincón y una cama hecha con una barca. Hay estantes atestados de libros sobre el mar, hay redes y sedales por todas partes. Algunos cuatros del mar decoran la habitación.
-¿Vives aquí?- pregunto.
Parece que vacila, ya que tarda en responder.
-Sí, llevo toda mi vida aquí.
-Yo llevo dos años en Clogwyn y nunca te había visto.
-No salgo mucho, sólo lo justo.
-Yo creía que el farero era el viejo Fred.
-Y lo era.
Con esa tajante respuesta da por acabada la conversación.Soy bastante curiosa, y esto no acaba ahí. Alan se vuelve hacia un armario de madera y revuelve sus cosas. Me tiende unos pantalones de franela y una camiseta vieja.
-Estás empapada, quítate el vestido y ponte eso.
-Vale, pero no pretenderás que me lo quite delante tuya.
Alan se ríe y se muerde el labio.
-Aunque me gustaría, no sería adecuado por mi parte, esa puerta da a un pequeño baño. Cámbiate.
Me lanza una sonrisa pícara que me hace enfurecer. No estoy de humor para tonterias. Entro en el estrecho baño y me miro al espejo.Tengo el pelo empapado y los mechones rubio pálido me llegan hasta el pecho. Mis mejillas están sonrojadas por el frío y las pecas se han hecho más visibles.Me deshago con gran torpeza del vestido y me coloco sus prendas.Huelen a jabón y limón con una mezcla de mar. Me lavo la cara y salgo fuera. Alan está encendiendo las luces del faro y cuando me mira se queda inmóvil. Me subo la camiseta que se me había escurrido por el hombro y me aclaro la garganta.
-Me quedan grandes, pero gracias.
-De nada.
Un gato pasa delante de mi y empiezo a chillar mientras me subo a la cama. El gato me ignora y se enrosca encima de la mesa.
-¿Se puede saber que te pasa?- espeta- Has asustado a Zanahoria.
-Que yo sepa no es que esté muy aterra...¿le has puesto Zanahoria?
Mi carcajada suena por toda la estancia y Alan se pone colorado.
-El gato sólo come zanahorias- explica.
No paro de reir. El susto provocado por el animal ya es algo lejano. Cuando paro, creo que le debo una explicación. Me siento en la cama y saco los pies.
-Siempre he tenido miedo de los gatos. Uno casi me saca un ojo.
-Hubieras estado preciosa con un parche, le pegaría a tu personalidad- lo dice mientras me lanza un sombrero como el que llevaban los piratas y se ríe. Yo le lanzo una almohada que acierta en su cara y la sonrisa se desvanece.
-Eres idiota, me largo de aquí.
-A sus ordenes mi capitana. Intenta no caerte por las escaleras- Y dicho esto se mete en el baño y escucho el agua correr. Me levanto y me acerco a la cristalera. Ya se ha hecho de noche, y sigue lloviendo con fuerza. No puedo salir. La luz del faro ilumina la oscuridad y me siento cansada y frustrada. Me siento en la cama y repaso mentalmente aquel día. Tengo que salir de aquí. Pero el cansancio me puede y mi cuerpo no responde.

El faro de Clogwyn. (I)

Y entonces corro. Corro como si me fuera la vida en ello. Paso el gran vestíbulo como un rayo y atravieso la puerta. Los gritos de mi padre siguen sonando en casa. Mis botas se quedan pegadas al pavimento debido al licor que pisé en el despacho. Mi madre grita mi nombre, pero yo no le hago caso. Sigo corriendo.
Entro en el frondoso bosque. Las hojas del suelo crujen debajo de mí. El largo vestido me dificulta la carrera, pero no paro. Mi respiración se vuelve irregular y me ahogo. Tengo que parar ya que mis piernas no dejan de pincharme. Coloco las manos en las rodillas y me encorvo. Uno. Respiro. Dos. Respiro. Tres. y vuelvo a correr. En un punto no muy lejano los árboles se abren y dan lugar a una extensa pradera verde. El cielo gris amenaza con lluvia pero no me importa. La pradera tiene una pequeña colina dónde hay situado un faro blanco, detrás, la colina acaba abruptamente en un acantilado. Me acerco al filo y observo. El mar está agitado bajo mis pies y la brisa marina me revuelve el pelo que se me coloca en la cara. Las gaviotas chillan sobre mi cabeza. Respiro llenando mis pulmones de aquella paz. No pensaba que pudiera escapar de ese infierno, pero ¿ahora qué?  No podía volver a mi casa después de lo que había descubierto. No sería capaz de mirar a mis padres a la cara. Un crujido a mi espalda hace que aleje mis pensamientos de la cabeza. Me vuelvo con precaución. Detrás de mi, a unos cuantos pasos, hay un chico. Es más alto que yo y tiene el pelo marrón, ahora revuelto por el viento. Sus grandes ojos verdes me miran directamente con una leve sonrisa. Parece fuerte, pero no lo sabría decir con exactitud, pues su chaqueta negra le tapaba. Me quedo callada, con los ojos bien abiertos.
-Hola- me dice.
Sigo callada mirándole. Me recuerda a alguien, pero no sé bien a quien. Es bastante guapo. El típico chico por el que mis amigas suspirarían. Pero yo no.
-Hola- le contesto.
Estamos los dos de pie, bajo el gran faro. El chico echa a andar y yo doy un paso atrás, pero se detiene.Posa la mano en el tirador de la puerta de la estructura y la entreabre.
-¿Te encuentras bien?- me pregunta.
-Sí- contesto bruscamente.
-Soy Alan- responde tendiéndome la mano.
-Yo Cristina- le digo, sin darle la mía.
Alan entrecierra los ojos y entra en el faro. Yo me doy la vuelta y continúo mi reflexión mirando hacia el mar. No sé cuanto tiempo pasa hasta que una gota helada cae sobre mi nariz. Un trueno interrumpe la tranquilidad del paisaje y las gotas comienzan a caer. En un abrir y cerrar de ojos se convierte en un aguacero y estoy calada hasta los huesos.El frío y la humedad me reconforta y aclara mi mente.Tomo una gran bocanada de aire. Tengo que pensar cuál será mi próximo movimiento, no me atrevo a ir a casa.
-Cristina, entra.
La voz de Alan hace que salte del susto. No me lo esperaba.Está en la puerta y apenas lo distingo a causa de la lluvia.
-No hace falta, estoy bien- replico.
-No seas estúpida.
Se acerca a mi y tira con fuerza de mi mano. No me tomo su insulto demasiado mal, y dejo que me conduzca hacia dentro.

Una vida cualquiera, 1940. (fotos)

Las calles de Londres tras el ataque y el pequeño Howl.



Una vida cualquiera, 1940 (II)

Mi padre está a mi lado cogiéndome de la mano con tanta fuerza que tengo que reprimir un grito. Mi madre se haya en el porque con su bebé, me lanza una mirada llena de preocupación. Me pongo mi larga chaqueta y salimos corriendo los cuatro sin mirar atrás. La sirvienta no viene con nosotros, va a ver a su familia.
Un calor inhumano recorre las calles atestadas de gente, todas se dirigen hacia el refugio, intentando salvarse de aquella guerra. El calor me asfixia y me hace un nudo en el estómago que me hace sentir confusa y mareada. Las cenizas caen sobre mi pelo como copos de nieve, y deja una capa grisácea sobre los adoquines. Las bombas caían y un gato del mismo color que éstas cruza delante mía. Un recuerdo fugaz inunda mi mente y grito. Howl, el gato que tantas lágrimas y esfuerzo me costó conseguir años atrás, era parte de mi familia, no podía dejarlo morir en casa.
Me suelto de un tirón de las mano de mi padre que aún me agarraba con fuerza y corro. Corro en dirección contraria a la de toda la multitud, oigo mi nombre seguido de una maldición, ya lejano y amortiguado por las bombas y los gritos. Recorto por los jardines y los arbustos me desgarran la parte más baja del camisón mientras mi corazón martillea en mi pecho. Subo las escaleras a la carrera y abro la puerta. Recorro el gran vestíbulo, ahora frío y sombrío y llego hasta el salón. Barro con la mirada la estancia. Un piano de cola al lado de la ventana me hace recordar las tardes de otoño con mi padre aprendiendo a tocar. Mis dibujos siguen colgados en las paredes, las fotos familiares, que mi madre había tenido que dejar, un juguete de mi hermano en el suelo. Todo allí me hace recordar mi vida, trece años en esa casa. Sonrío para mi y una lágrima recorre mi mejilla. "Qué felices éramos" recuerdo "y lo van a destruir todo" Un maullido hace que vuelva a la realidad. Howl está bajo mis pies. Me mira con sus ojos verdes que tanto me fascinaron el día que lo encontré. Lo recojo del suelo y lo acerco a mi cara "Ya estás a salvo" le digo. Me propongo a cruzar la habitación cuando un sonido, semejante al de la tela desgarrándose, cruza el cielo. Con gran puntería, o con mala, alcanza mi casa.
Howl y yo salimos despedidos mientras la casa salta en pedazos.
Oscuro. Todo oscuro.
Cuando abro los ojos veo muy borroso, lo suficiente para ver la gran viga sobre mi vientre. Tengo las manos ensangrentadas y un dolor agudo recorre mi columna vertebral. Todo a mi alrededor es fuego, fuego y un cuerpecito negro, peludo al fondo, inmóvil. "Howl" intento pronunciar, pero mi voz no acude. Mis sentidos se nublan y el dolor remite. "¿Por qué a mi?" pregunto "¿Por qué yo? No he hecho nada para merecer esto, ninguno de nosotros, supongo que estar en el lugar equivocado, tan sólo intentaba salvar a mi gato, ser cómo los héroes" Sueno estúpida, porque nunca sabré si mi familia lo consiguió, si ellos llegaron a salvarse. Lo único que se es que sólo soy una víctima más sin importancia de una guerra que no me pertenece, y que nadie me recordará jamás. Nadie sabrá mi nombre. Nadie conocerá mi historia.

Una vida cualquiera, 1940. (I)

La alarma que anuncia un ataque interrumpe mi delicado sueño. El revuelo se va acentuando cada vez más en mi casa. Mis ojos no quieren abrirse, pero mi mente está totalmente lúcida. Se escucha unos fuertes pasos subiendo las escaleras, haciéndolas crujir. Mi madre, todavía con su gracioso gorro de dormir, entra a la carrera en mi habitación. Tiene las pupilas dilatadas por el terror. Sus manos, aún calientes por el reciente sueño, me zarandea mientras grita. No entiendo lo que dice, ahora es mi mente la que está nublada.
Un bebé llora desconsoladamente en el cuarto contiguo, por lo que mi madre sale precipitadamente de allí. "Quédate conmigo" susurro al viento. Me deshago como puedo de las numerosas mantas que mi madre había colocado primorosamente aquella noche. Mis delgadas piernas salen de la cama, temblando. El largo camisón de seda cae hasta mis tobillos y me estremezco cuando mis pies descalzos tocan el frío mármol. "Deberías haberte puesto calcetines" me reprendo a mi misma. Y es cuando me doy cuenta.
Mi cuarto está iluminado, aunque sea de madrugada. Una tenue luz dorada hace que mi habitación tenga un aspecto fantasmal. Mi gran armario y el escritorio proyectan largas sombras sobre mi pared azul cielo, mi color favorito. Las antiguas muñecas, desgastadas por el paso del tiempo, me sonríen directamente con su sonrisa burlona. Aún descalza y paralizada me acerco a la ventana. La ciudad está en llamas. El fuego se levanta peligrosamente hacia el cielo, tiñéndolo de color ceniza. Unos gigantescos pájaros cruzan el cielo soltando unos huevos negros como el carbón. Son aviones, aviones bombarderos.
El terror inunda mi mente. Los gritos desesperados de mi madre, antes ininteligibles, resuenan en mi cabeza claros como el agua. "Nos atacan, hay que salir de aquí, vamos"
Mis piernas reaccionan involuntariamente, me calzo unas botas de charol negras y corro hacia la puerta. El sonido de las explosiones queda amortiguado en la gran casa. Paso por el corredor al lado de un espejo. Mi cara blanca y con grandes ojeras, observa atentamente la escena.
Todas las habitaciones están abierta de par en par. Mi madre lleva en brazos a mi hermano pequeño, el cual no cesa de llorar. Mi padre está cogiendo todos sus libros, aquellos que le llevaron a la fama y a la riqueza. Mi madre no es capaz de articular palabra, intenta salvar nuestros recuerdos familiares; una foto mía a los siete años en las calles de Londres, la boda de mis padres, mi primer vestidito de bebé, el nacimiento de mi hermano... Mi madre no soporta dejar su vida atrás, pero mi padre la empuja escaleras abajo, haciéndola tropezar.
La sirvienta me llama, ha cogido un par de mis viejos vestidos y me ordena que baje inmediatamente. Me explica, entre sollozos, que están bombardeando Londres y que tenemos que dirigirnos al refugio más cercano a toda prisa.
Hola lectores, comienzo blog nuevo, aquí subiré las historias que he ido escribiendo a lo largo de este curso en clase. Esto es un rincón para que esas historias dejen de estar escondidas en una libreta. Todas han surgido del producto del aburrimiento, espero que os gusten.