sábado, 7 de septiembre de 2013

El faro de Clogwyn (VI)

Cuando me despierto estoy sola en mi habitación. Me acerco a la cristalera y miro hacia abajo. Alan está sentado en el filo del acantilado con los pies colgando y se me revuelve el estómago. Solo de pensar que pueda caerse me marea.No sé exactamente que me pasa. Ayer por fin iba a ocurrir lo que mi corazón ansiaba, pero mi mente no. Me visto deprisa y bajo.
Me coloco a su lado y él ni siquiera se vuelve. Mi vestido ondea a causa del viento y el pelo se me pone en la cara. Hay grandes nubes grises, pero el mar está en calma. Me siento a su lado y espero a que las palabras salgan, pero no lo hacen.
-Lo siento- dice él- por lo de anoche. Se me fue de las manos.
-Estuviste a punto de violarme y solo me dices un lo siento- No sé porque he dicho eso. Estoy molesta. Quizás porque lo que yo quería que hiciera, lo hizo bajo el efecto del alcohol.
-No seas estúpida, no iba a violarte.
Sonrío pero él no lo hace y sacudo la cabeza.
-¿Por qué lo hiciste? beber, quiero decir.
-Me apetecía.
-Mira- le repuse-una cosa es que me digas que soy estúpida y otra es que lo sea de verdad. Y no lo soy. ¿Me vas a decir que te pasa? últimamente me evitas, es como si no quisieras...estar conmigo.
-No lo entiendes- dice.
-Pues no, podrías explicarte de una vez por todas.¿Cuál es el problema?
Se queda callado mirando el horizonte, cuando vuelve la cara, sus ojos reflejan nerviosismo.
-El problema es que me resulta imposible estar cerca tuya sin besarte. Imposible respirar tu aroma mientras me miras con desconfianza. Es imposible que te quiera tanto en tan poco tiempo. No quiero hacer nada indebido. Todo a lo que he querido en mi vida a desaparecido o muerto, y no quiero perderte.
La respuesta me coge por sorpresa. Jamás hubiera pensado que sentiría algo así. Entonces le susurro:
-Yo nunca me iré de tu lado.
Y no sé porqué lo digo. Quizás lo digo en serio, o quizás porque quiero que me bese. Yo también le quiero.
-Ha sido poco tiempo-dice-pero siempre pensé que te conocía, desde un principio.
Le dedico una sonrisa y apoyo mi cabeza en su hombro.
-No me iré- vuelvo a susurrar.
Esa tarde no lo vuelvo a ver, y me meto en mi cama. Necesito descansar.
Estoy en mi antigua casa. Mi padre le estaba pegando una paliza a mi madre. El amante de ella está en el suelo, inmóvil, sobre un charco de alcohol. Mi padre la apuñala con una navaja que le regalé hace años. Ella chilla. Mi padre se dirige hacia mi, navaja en mano, con las pupilas dilatadas. 
-Te toca a ti- susurra.
Me incorporo de un salto con la respiración agitada. La habitación está bañada por la luz de la luna y le da un aspecto fantasmal. Me estremezco. Alan está durmiendo plácidamente mirando hacia la pared. Estoy demasiado intranquila para volver a dormir, por lo que me levanto. Es suelo de madera cruje bajo mi peso. Retiro las mantas de la cama de Alan y me siento. Introduzco los pies y toco los de él. Mi respiración no quiere calmarse. Me tumbo a su lado, mirando hacia él. Al cabo de un rato se da la vuelta y me mira fijamente. Se percata de que tengo las mejillas húmedas y me rodea con los brazos, en actitud protectora. Me da un beso en la frente y me abraza con fuerza.
-¿Una pesadilla?- me susurra.
-Más que eso- respondo.
-Tranquila, las pesadillas no hacen daño a las chicas guapas.
Sonrío y apoyo mi cabeza en su pecho, aún en sus brazos.
-Gracias por todo- le digo.
Soy consciente del esfuerzo que está haciendo para no acariciarme. Y verdaderamente, me gustaría que lo hiciese. Está esperando una respuesta, y pienso dársela ahora mismo. Subo la vista y me encuentro con sus ojos verdes. Me acerco más, hasta el punto de quedarnos a escasos centímetros. Noto su respiración y el vaivén de su pecho. Me inclino y poso mis labios sobre los suyos, los entreabro y dejo que nuestras lenguas se toquen. No tengo ninguna experiencia y mi corazón palpita como nunca. Pasa los dedos por detrás de mi nuca, acariciándome, y el vello se me pone de punta. Cuando paramos, me encojo y me aferro a él. Esa noche no vuelvo a tener pesadillas.

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