Me despierta un ronroneo. Zanahoria está a mi lado, mirándome fijamente. Me quedo completamente inmóvil. Alan aparece por la puerta del baño con una toalla por la cintura. Tiene el pecho descubierto y mojado debido a la ducha. Me dedica una sonrisa y aparta el gato de mi cara.
-Buenos días Zanahoria.
-Buenos días- le respondo.
-No te lo decía a ti- dice él, guiñándome un ojo.
Cojo la almohada y se la lanzo mientras frunzo los labios, pero no puedo aguantar la risa y acabamos los dos riendo.
-Te he hecho café- dice él.
-¿Con azúcar?-pregunto.
-Oh sí, dulce, como tú.
Me levanto y me pongo a escasos centímetros.
-No se te da bien los piropos, no lo intentes.
-No pretendo impresionarte, tan solo he dicho la verdad.
-¿Me estás comparando con un café?-pregunto intentando sonar enfadada.
-Sí. dice, y me susurra al oído- pero tú estás más buena que un café.
Le cojo de la mano y tiro hacia él. Nuestros labios chocan y al besarle le muerdo el labio sin querer.
-Esas ansias pequeña.
-Perdón- digo ruborizándome.
-Vayamos al pueblo.
El verano llega antes de que nos demos cuenta. Los meses pasados fueron los mejores de mi vida. Hacíamos de todo juntos; íbamos a pasear por los acantilados, al muelle, a pescar, al pueblo... Nunca parábamos. Todas las noches dormíamos juntos. Éramos tal para cual. Nunca me había sentido así de bien. Me sentía libre y capaz de cualquier cosa. Mis padres no se habían molestado en buscarme. Descubrí que mi padre había muerto debido al alcohol. No sentía tristeza, tal vez pena por su derroche de vida. Fui al cementerio a visitarle. Por lo menos ahora, dos de nosotros estábamos en un lugar mejor.Las cosas no podrían ir mejor en mi vida.
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