El faro es oscuro por dentro y tiene unas altas escaleras de hormigón en forma de caracol. Comenzamos a subir y el agua deja un rastro por las escaleras. Al pisar un escalón irregular me resbalo y me precipito hacia atrás pero unas manos impiden que caiga. Alan me mira como esperando un 'gracias' que acabo por dárselo. Llegamos hasta arriba del todo. La estancia es de madera, tiene unas escaleras en medio que suben hasta la luz del faro. El techo es abovedado y de cristal. Hay una pequeña mesa en un rincón y una cama hecha con una barca. Hay estantes atestados de libros sobre el mar, hay redes y sedales por todas partes. Algunos cuatros del mar decoran la habitación.
-¿Vives aquí?- pregunto.
Parece que vacila, ya que tarda en responder.
-Sí, llevo toda mi vida aquí.
-Yo llevo dos años en Clogwyn y nunca te había visto.
-No salgo mucho, sólo lo justo.
-Yo creía que el farero era el viejo Fred.
-Y lo era.
Con esa tajante respuesta da por acabada la conversación.Soy bastante curiosa, y esto no acaba ahí. Alan se vuelve hacia un armario de madera y revuelve sus cosas. Me tiende unos pantalones de franela y una camiseta vieja.
-Estás empapada, quítate el vestido y ponte eso.
-Vale, pero no pretenderás que me lo quite delante tuya.
Alan se ríe y se muerde el labio.
-Aunque me gustaría, no sería adecuado por mi parte, esa puerta da a un pequeño baño. Cámbiate.
Me lanza una sonrisa pícara que me hace enfurecer. No estoy de humor para tonterias. Entro en el estrecho baño y me miro al espejo.Tengo el pelo empapado y los mechones rubio pálido me llegan hasta el pecho. Mis mejillas están sonrojadas por el frío y las pecas se han hecho más visibles.Me deshago con gran torpeza del vestido y me coloco sus prendas.Huelen a jabón y limón con una mezcla de mar. Me lavo la cara y salgo fuera. Alan está encendiendo las luces del faro y cuando me mira se queda inmóvil. Me subo la camiseta que se me había escurrido por el hombro y me aclaro la garganta.
-Me quedan grandes, pero gracias.
-De nada.
Un gato pasa delante de mi y empiezo a chillar mientras me subo a la cama. El gato me ignora y se enrosca encima de la mesa.
-¿Se puede saber que te pasa?- espeta- Has asustado a Zanahoria.
-Que yo sepa no es que esté muy aterra...¿le has puesto Zanahoria?
Mi carcajada suena por toda la estancia y Alan se pone colorado.
-El gato sólo come zanahorias- explica.
No paro de reir. El susto provocado por el animal ya es algo lejano. Cuando paro, creo que le debo una explicación. Me siento en la cama y saco los pies.
-Siempre he tenido miedo de los gatos. Uno casi me saca un ojo.
-Hubieras estado preciosa con un parche, le pegaría a tu personalidad- lo dice mientras me lanza un sombrero como el que llevaban los piratas y se ríe. Yo le lanzo una almohada que acierta en su cara y la sonrisa se desvanece.
-Eres idiota, me largo de aquí.
-A sus ordenes mi capitana. Intenta no caerte por las escaleras- Y dicho esto se mete en el baño y escucho el agua correr. Me levanto y me acerco a la cristalera. Ya se ha hecho de noche, y sigue lloviendo con fuerza. No puedo salir. La luz del faro ilumina la oscuridad y me siento cansada y frustrada. Me siento en la cama y repaso mentalmente aquel día. Tengo que salir de aquí. Pero el cansancio me puede y mi cuerpo no responde.
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